martes, 8 de abril de 2014

Modernización rural y su materialización espacial en el Occidente de México

 
 
Modernización rural y su materialización espacial en el Occidente de México[1]

Manuel Antonio Espinosa Sánchez[2]

La profundización de las tendencias modernizadoras, en múltiples ámbitos de la cotidianidad de las familias campesinas en los espacios rurales en México, han ocasionado la apropiación de medios de vida industrializados y una menor relevancia de las formas de vida campesinas que se basaban en los agroecosistemas centrados en la producción de maíz blanco (Zea mays) en Cuquío, Jalisco (Hernández Xolocotzi, 1985).
Luego de realizar un programa de entrevistas, trabajos grupales y de recuperación de información geoestadística para el caso de la organización Asociación de Productores de Juchitlán en la localidad de Juchitlán del municipio de Cuquío, nos proponemos presentar aquí un primer análisis de los datos e información que obtuvimos de las doce familias de cinco integrantes en promedio que conforman esta organización situada en tal localidad en el Occidente de México.
De manera sintética, los hallazgos nos sugieren que en esta organización existe 1) una recurrencia a formas de trabajo asalariado (jornales) e ingresos no agrícolas, 2) un creciente consumo de satisfactores producidos de forma industrial y 3) una mayor dependencia de mercados monetarizados e intercambios en cuya producción de valor ellos no participan (Figura 1).

Figura 1. Diagrama de importancia del flujo de satisfactores familiares en la organización Productores de Juchitlán SPR de RL en la localidad de Juchitlán, Cuquío, Jalisco en México con base en el origen de su ingreso y destino de su consumo.
 Inputs&ouputs del sistema
Fuente: Elaboración propia.

Esta modernización ha implicado, entonces, que para este campesinado el cultivo de maíz –como monocultivo y como policultivo de traspatio o ladera asociado con frijol o calabaza (cuamil)- es decir, la configuración de su agroecosistema se presenta como ‘importante y menos importante’ con relación al total de sus entradas (monetarias y en especie). Al mismo tiempo, sus salidas o consumo se encuentran referidos a productos y servicios satisfactores que ellos no producen, lo que representa la adopción de un patrón de vida de carácter urbano en un paisaje rural de asentamientos humanos dispersos y con un entorno de campos de cultivo.[3]
En términos de los medios de vida en Juchitlán, las transferencias monetarias y en especie (subsidios) de las instituciones gubernamentales y las remesas que son enviadas por integrantes de las familias desde los EEUU fueron estimadas como un 40% de sus ingresos anuales. No obstante, ante las restricciones laborales para los inmigrantes en los EEUU, estas remesas tienden a reducirse y a varias familias ya les ha impactado. Los gastos diversos que usualmente eran destinados a mejoras en su vivienda o mantenimiento del medio de transporte familiar, cada vez son más reducidos y en varios casos nulos.
Dentro de este panorama rural, nos indicaron los médicos que atienden a esa localidad, es frecuente encontrar niños y niñas con talla baja, algunos casos de desnutrición severa y muchos de obesidad que están originados principalmente por el consumo de ‘comida chatarra’ (frituras diversas, bebidas gaseosas azucaradas, golosinas y panecillos) que supone alrededor de 10% a 15% de su gasto monetario anual. Esto va a la par de la reducción en el consumo de hierbas silvestres, huevo y carne de gallina de traspatio y de tortillas de maíz caseras,[4] entre otros alimentos tradicionales que se han sustituido por alimentos precocinados y enlatados. Esto es consistente con los datos de la Encuesta Nacional de Salud que revela un drástico cambio en las preferencias alimentarias en México y sus impactos en nutrición.[5]
         No obstante desde la agroecología mantenemos un punto de vista crítico hacia los monocultivos industrializados –por sus impactos en el ecosistema y en la base productiva agrícola-, nos parece que la escalada modernizadora en el espacio rural ha logrado impactar aspectos cruciales de todo el sistema territorial campesino entre los cuales el monocultivo de maíz se muestra como una manifestación modernizadora más (Haenn & Wilk, 2006). Lo que ahora constatamos es el tránsito de una autodependencia y forma endógena de vida campesina hacia una mayor dependencia de satisfactores y medios de satisfacción exógenos e industrializados en la medida en que el trabajo, sustento e intercambios dejan de estar enraizados en la producción campesina dentro de su finca o unidad productiva (Hernández Xolocotzi, 1985).
Como hemos observado, los ingresos familiares con origen en el trabajo asalariado, las remesas de los emigrantes en los EEUU y los subsidios gubernamentales posibilitaron el tránsito de medios de sustento local (agua de pozo, huaraches, vestido rústico, curanderos, caballo, alimentos producidos localmente y de recolección silvestre, etc.) a medios de sustento moderno (agua embotellada, zapatos y ropa de manufactura industrial, medicina moderna, vehículo motorizado, alimentos industrializados, etc.) con lo que se logró la incorporación de esta localidad un mercado de consumo de bienes industrializados (Espinosa S., 2013).
Entonces, no ha sido el monocultivo de maíz –puesto que el cultivo industrial más bien representa beneficio para las trasnacionales semilleras y de agroquímicos- lo que ha permitido cierto poder adquisitivo en estas familias rurales. Ha sido el acceso a otras fuentes de ingresos no agrícola (flujo de dinero) lo que ha posibilitado este cambio en los medios de vida campesinos y sus satisfactores.
Sin embargo, es muy debatible si estas nuevas pautas de consumo en el espacio rural son preferibles que las anteriores y, sobretodo, si son socioeconómicamente sostenibles a largo plazo, en tanto dependen de que el flujo de dinero continúe dinamizando la economía local en Juchitlán a través de las transferencias externas declaradas por los socios de la organización. Otra circunstancia muy distinta sería que esta modernización rural –el consumo de satisfactores industrializados[6]- estuviera cimentada en la producción campesina de valor a través de su actividad agropecuaria.
Por lo anterior, creemos que el monocultivo del maíz como fuente de riqueza monetaria y crecimiento económico no ha sido tal, y sólo logró parcialmente el abandono de la agricultura campesina –la de policultivos o cuamiles- y restarle importancia como medio de sustento en el espacio rural como ya ha sido señalado en Espinosa S. (2013). Más aún, observamos que las familias campesinas, como sugiere Arturo Escobar (2010) para toda Latinoamérica, lejos de ganar en bienestar y estabilidad, se encuentran en una situación de dependencia del suministro de alimentos procesados, de fuentes de trabajo asalariado, de transferencias monetarias del extranjero o institucionales para sostener sus pautas de vida actuales que, como es posible apreciar en las estadísticas oficiales sobre nutrición, no son precisamente las más saludables.
De esta forma, observamos que ya no sólo existe una imposición en las formas de cultivo y sus insumos –fomentada por las agroempresas y agencias gubernamentales- y una presión hacia el campesino que tiene que vender su cosecha a precios bajos, sino que existe una forma de dominación y explotación del campesinado a través del consumo de satisfactores industrializados que, si bien ofrecen cierto grado de confort y sensación de bienestar, es evidente que el ‘nuevo terrateniente’ –el que impone precio y condición- en el territorio campesino mexicano es el acumulado de empresas industrializadoras de bienes: FEMSA, Nestlé, Maseca, Marinela, Sabritas y otras. Estos espacios rurales han sido incorporados a los circuitos de modernización no sólo por la vía del monocultivo sino por la vía del consumo.
Es así que, aunque paisajísticamente Juchitlán sea una localidad que muestra escenarios agrícolas y flora natural, en realidad se encuentra inmersa en la dinámica del flujo mercantil de satisfactores industrializados que transforman –el territorio campesino- en un ‘punto de venta’ más; esto implica una nueva forma de materialización espacial de la reproducción social de las familias rurales.
Dicho de otro modo, por lo visto en las formas de vida de los integrantes de esta organización rural en Juchitlán, actualmente los medios de vida campesinos no están en manos del propio campesinado ni en su configuración agroecológica y tampoco enraizado en su territorio. Más bien su territorio ha sido desmantelado y reconfigurado por la modernización mediante la aparición de medios de ingreso y trabajo asalariado que han redundado en el consumo de mercancías diversas cuyos precios y condiciones de compra-venta no están para ser negociados porque son determinados por ‘el mercado’ y sus dueños que son empresas trasnacionales industriales que fungen como ‘el nuevo terrateniente’ del espacio rural, antaño campesino y altamente centrado en el manejo de sus recursos naturales y su configuración agroecosistémica.

Bibliografía

Escobar, A. (2010). Una minga para el postdesarrollo: lugar, medio ambiente y movimiento sociales en las transformaciones globales. Lima: Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Espinosa S., M. A. (2013). “Hambre, desarrollo social y agroecología. Una crítica al sistema capitalista de producción y consumo de alimentos en México” en Ixaya 3 (4): 59-87. Disponible en http://ixaya.cucsh.udg.mx/sites/default/files/Hambre%20desarrollo_0.pdf.
Haenn, N., & Wilk, R. R. (2006). The environment in anthopology: a reader in ecology, culture and sustainable living. Nueva York y Londres: New York University Press.
Hernández Xolocotzi, E. (1985). “Graneros de maíz en México” en U. A. (Comp.), Obras de Efraím Hernández Xolocotzi (págs. 205-230). México, DF: UACH.


[1] Este artículo muestra una primera sistematización derivada de mi investigación titulada “Desmantelamiento y civilización de los territorios campesinos. La eficiencia y resiliencia de sistemas socioecológicos maiceros de subsistencia en Cuquío, México”.
[2] Maestro en Gestión y Desarrollo Social (Universidad de Guadalajara) manuelantonioespinosa@gmail.com, Twitter: @manuel3108     http://mx.linkedin.com/pub/manuel-antonio-espinosa-s%C3%A1nchez/33/968/b40/
[3] Véase en https://maps.google.com/y busque ‘Juchitlán, Cuquío, Jalisco, México’ para visualizar imágenes satelitales de la localidad.
[4] Las tortillas de maíz caseras se hacen con todo el grano de maíz, por lo que es rico en fibra. Las tortillas de maíz industrializado no contienen fibra. Esta caso de empobrecimiento del contenido nutricional de un alimento procesado es posible verlo también en la leche industrializada que ha sustituido a la leche de vaca. Los entrevistados mencionaron que esto es así porque es muy caro mantener una vaca por sus requerimientos de alimento y agua.
[5] Véase en http://ensanut.insp.mx/ el resumen ejecutivo y el informe en extenso que ofrece el Instituto Nacional de Salud Pública y la Secretaría de Salud del gobierno federal mexicano.
[6] Otro debate tendríamos que ofrecer, en otro momento, respecto de las bondades aparentes y las limitaciones de fondo que implica una sociedad industrial como paradigma civilizatorio.

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