A propósito de la próxima Semana Santa 2014, que consiste en la
celebración cristiana de la Pascua, me parece que no es ocioso reflexionar en el
sentido profundo de la Pascua histórica, en su radicalidad política como fuente
de su sentido religioso. Dado que aumenta el fervor de la religiosidad cristiana
en estos días, es indispensable contemplar al Misterio Pascual en el Cristo
crucificado contemporáneo. De otra forma, difícilmente se revela el Camino
pascual.
Dentro de las múltiples tradiciones cristianas
para celebrar la Pascua –que no vamos a discutir en estos cortos renglones- me
parece que es sobresaliente aquella propia de la Iglesia Primitiva que rescata la opción por
los pobres[1] como lugar
epistemológico y hermenéutico para situarse y experimentar el Misterio Pascual,
lo que en términos seculares implica recurrir al principio de especificidad del lugar de
enunciación y que consiste en
“que cada concepto y significado surge y es utilizado en un
determinado lugar y tiempo, por parte de personas con ubicación precisa en la estructura social de ese tiempo y lugar, y sólo considerando este
contexto se puede comprender adecuadamente lo que se habrá querido decir con
esas palabras” (Spedding, 2011, p. 89).
Si, junto a la Iglesia Primitiva somos capaces
de contemplar al Verbo que se encarna con las prostitutas, con los leprosos, con los
ancianos y niños, y desde ahí declara abolida la Ley religiosa escrita, el
dominio político de los Sacerdotes y la explotación de Roma, entonces se
transluce que el Cristo histórico se sitúa con las pobres, los marginados y las
excluidas; en el margen, en la ignominia, en la Cruz.
En un mundo cuyos ecosistemas y biodiversidad
están en franca debacle y agotamiento, y en el que un mil millones de seres
humanos se encuentran en situación de hambre, resulta que la riqueza se
concentra en menos de 1% de la población mundial, por lo que es imposible
ignorar que el Cristo histórico –asimilado hoy en l@s empobrecid@s y en la
naturaleza- se encuentra crucificado por la máquina social explotadora de los
trabajadores y depredadora de los ecosistemas que está animada por el modo de
producción capitalista (Marx &
Engels, 2012).
Por lo anterior, la posibilidad de contemplar al
Cristo crucificado está dada por nuestra ubicación histórica y política hacia –o
en contra- los grupos de explotadas y explotados y en términos de una
apropiación de la naturaleza a escala humana.
Sólo de esta forma, será posible experimentar el Camino
Pascual que consiste en bajar de la Cruz a los pobres y hacer justicia al
planeta, es decir, la vivencia de una cristología de la liberación.
Bibliografía
Dussel,
E. (1991). Cuestión étnica, campesina, popular en un cristianismo
policéntrico. En I. B. Casas, Teología y Liberación. Religión, cultura y
ética. Ensayos en torno a la obra de Gustavo Gutiérrez (págs. 141-156).
Lima: CEP.
Marx,
K., & Engels, F. (2012). El manifiesto comunista. Madrid: Nórdica
Libros.
Spedding,
A. (2011). Descolonización. Crítica y problematización a partir del
contexto boliviano. La Paz: ISEAT.
[1] Véase
el trabajo de Jon Sobrino, Gustavo Gutiérrez y Leonardo Boff en http://servicioskoinonia.org/relat/251.htm
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