Resumen
El capitalismo como forma de organización
social dominante entraña una relación anidada con la naturaleza que se
ve reflejada actualmente en el cambio climático que afecta los
agroecosistemas campesinos en México, amenazando la producción de maíz.
La Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del
Campo (ANEC) es una red de organizaciones rurales a nivel nacional que
ha venido implementando una serie de estrategias y prácticas agrícolas
sustentables, que pueden estar constituyendo un esfuerzo campesino de
acción transformadora (praxis) para mitigar y adaptarse al cambio
climático y en contrapropuesta al capitalismo en su expresión rural; en
Michoacán está la Red de Empresas Comercializadoras Campesinas de
Michoacán (REDCCAM) con 17 organizaciones de base en 29 municipios.
Desde un enfoque participativo, nos proponemos con la REDCCAM exponer su
praxis campesina en Michoacán considerando el manejo de su
agroecosistema hacia la sustentabilidad. Esta discusión retoma cuatro
debates importantes para la sociología rural y la agroecología: la
explicación de la praxis campesina de pequeños productores de maíz
organizados en México, la comprensión del espacio rural contemporáneo y
la noción del agroecosistema, el análisis de la crisis civilizatoria
socioecológica a escala local y el problema del desarrollo, y finalmente
describir cómo se construye hoy la sustentabilidad local ante el cambio
climático y el capitalismo global en sus aterrizajes locales.
Introducción
El estado de Michoacán ocupa el tercer
lugar en la producción de maíz blanco con casi el 20% de la producción
del grano en México (SAGARPA-FAO, 2012). Además del maíz, el estado es
un importante productor de sorgo junto con los estados de Guanajuato,
Jalisco y Sinaloa que en conjunto producen el 63% del total nacional en
el ciclo primavera-verano (SAGARPA-FAO, 2012). En tanto que para esta
ARIC la producción de granos básicos representa a la mayoría de los
campesinos que agrupa y es la problemática más compleja y que le consume
más esfuerzos, esta investigación se centra en los campesinos que
cultivan tales productos en la región del Valle de Guayangareo y
particularmente en el tema del maíz blanco para consumo humano.
La praxis campesina que es posible de ser
apreciada en esta región rural de Michoacán, puede ofrecer una
perspectiva crítica para acercarse a la noción de sustentabilidad y al
tema del cambio climático en el contexto de la reproducción del capital
en su fase globalizada y financiera (Rubio, 2008).
Presentamos a continuación una serie de
antecedentes de la REDCCAM y nuestro posicionamiento de frente al
fenómeno del cambio climático, mientras que discutiremos brevemente el
concepto de sustentabilidad. Posteriormente, presentamos cómo la
organización de campesinos se ha insertado en el modo de producción
capitalista y cómo esto ha configurado su agroecosistema y posibilitado
una construcción amplia de su territorialidad. Finalmente, discutimos
nuestra noción de praxis campesina y apuntaremos algunas ideas finales.
Antecedentes de la REDCCAM
La Red de Empresas Comercializadoras
Campesinas de Michoacán (REDCCAM) agrupa a 17 organizaciones de
productores (Tabla 1) en 29 municipios (Figura 1) que suman alrededor de
dos mil socios y clientes situados en la región del Bajío, en el estado
de Michoacán, y que junto con Jalisco y Guanajuato conforman una de las
regiones agroproductoras más importantes del país, donde se cultiva un
alto porcentaje de maíz, trigo y arroz, y forrajes como sorgo, avena y
alfalfa en México.
Tabla 1. Relación de asociadas a la REDCCAM y su producción principal.
Organización asociada a la REDCCAM | Producción principal |
1. Productores Rurales del Bajío SPR de RL | Maíz, sorgo y trigo |
2. Arroceros del Valle del Márquez SPR de RL | Arroz y subproductos. |
3. Procesadora del Valle de Camucuato, SPR de RL | Fresa y zarzamora. |
4. Ignacio López Rayón Ejido Aguacaliente, SPR de RL | Maíz criollo y forrajes. |
5. Temascales los Huizachales SPR de RL | Alimentos balanceados |
6. El Jacal del Oriente SPR de RL | Ganado ovino y engorda de bovinos |
7. Derivados Lácteos de Michoacán SPR de RL | Lácteos |
8. Productores y Transformadores de Tarejero SPR de RL | Alimentos balanceados |
9. Impulsora Agropecuaria Chavinda SPR de RL | Maíz, sorgo y trigo |
10. El Jorullo, SPR de RL | Ciervo rojo |
11. Servicios Agropecuarios Guaracha, SPR de RL | Maíz, sorgo y trigo |
12. Grupo Glalcaixt, SPR de RL | Hortalizas y flores |
13. Ganaderos Unidos de Temascales, SPR de RL | Ganado ovino |
14. Agricultores Unidos de Ixtlán, SPR de RL | Maíz, sorgo y trigo |
15. Agricultores Unidos Región Guayangareo, SPR de RL | Semilla certificada, maíz, sorgo y trigo. |
16. Productores Agropecuarios Guaracha, SC | Maíz, sorgo y trigo Maíz |
17. Unión de Ejidos Lázaro Cárdenas del Río | Maíz |
Fuente: Archivos REDCCAM.
Figura 1. Mapa de localización de las organizaciones que constituyen a la REDCCAM.
Fuente: archivos de la REDCCAM.
La Red de Empresas Comercializadoras
Campesinas de Michoacán, ARIC de RL (REDCCAM) en su trayectoria
organizativa ha atravesado por tres periodos importantes que inicia a
partir del año 2003 a la fecha.
Un primer periodo abarca del año 2003 al
2004, al que nombramos como la constitución, donde por intereses comunes
se integran 10 organizaciones de productores para hacer frente al
problema de mercado de granos, y con el apoyo financiero del Programa de
Fomento a Empresas Comercializadoras Agropecuarias del Sector Social
(PROFECA) en el marco del programa Alianza para el Campo de la
Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y
Alimentación (Sagarpa).
El segundo periodo abarca del 2005 al
2007, el cual definió el desarrollo organizativo, donde se vislumbra el
mayor crecimiento de las organizaciones de productores y se capitalizan
con infraestructura y garantías liquidas para el impulso de los
proyectos productivos, financieros y comerciales, así mismo se marca una
reestructuración organizativa que genera un mayor impulso en el
crecimiento de REDCCAM.
El tercer periodo abarca del año 2008 a
la fecha, inicia como una etapa de consolidación, se considera como la
de mayor aprendizaje y se asume una nueva forma de trabajo que
sensibiliza a las organizaciones a persistir en unidad para enfrentar
los problemas del mercado, financieros y de productividad.
Las organizaciones campesinas de la
REDCCAM han venido experimentando desde el año 2008 una serie de
problemas en diversos ámbitos, mismos que se detallan en la Tabla 2.
Ante ello, y con el apoyo de Asociación Nacional de Empresas
Comercializadoras de Productores del Campo (ANEC), han venido
desarrollando estrategias organizacionales para resolver su problemática
que ha afectado tanto a la producción agrícola como a la ganadería,
pero que se ha concentrado en la primera.
Tabla 2. Problemática de la REDCCAM y sus estrategias organizativas.
Ámbito | Estrategia |
Mercado | Planeación de la comercialización, diversificación de mercados, agricultura por contrato. |
Financiero | Diversificación de fuentes financieras, negociación de condiciones de crédito, mejoramiento de instalaciones y esquemas de pignoración, seguro agrícola y compra de coberturas, gestión de recursos y subsidios para proyectos organizaciones y equipamiento. |
Productivo | Autoproducción de semilla, abonos foliares y compostas y desarrollo de un esquema localizado en el manejo del cultivo con la asesoría de un experto, establecimiento de laboratorio edafológico propio. |
Fuente: archivos de la REDCCAM.
En efecto, como señala el gerente de la
REDCCAM y su equipo de trabajo, en términos de la producción, el
problema mayor es que los cultivos en parcela han venido experimentando
mayor presencia de arvenses, enfermedades e insectos depredadores del
cultivo de maíz, sorgo y trigo lo que ha implicado para el campesino
mayor coste de producción al tener que recurrir al uso intensivo de
insecticidas y fitosanitarios comerciales, cuyos precios se han elevado.
Esto implica que el margen de rentabilidad del cultivo para el
productor se reduce no sólo por mermas en la producción final por
ataques de insectos, sino también por la creciente variabilidad
climática que se ha verificado recientemente en la zona –sequía,
granizo, calor, exceso de lluvia o vientos inusuales.
Por otro lado, en términos de la
comercialización, la curva de los precios de compra de los granos
básicos y las condiciones que establecen los industriales harineros
reducen el margen de rentabilidad por unidad de superficie y transfieren
a la organización campesina de base la responsabilidad en el manejo del
grano y su calidad, llegando a castigar el precio bajo el argumento de
baja calidad del grano y mermas.
Finalmente, al decir del equipo técnico
de la REDCCAM, el panorama se viene a complejizar con el endurecimiento
de las condiciones y costes el crédito agrícola y para la
comercialización, en donde es la organización campesina quien debe
lidiar con los costos financieros y la logística comercial.
Este conjunto de problemas productivos,
comerciales y financieros en la que se han visto envueltas las
organizaciones socias de la REDCCAM y su campesinado están anclados en
la lógica del saber experto, especializado y técnico. En efecto, el
proceso de producción agrícola y su comercialización de excedentes –para
el caso de estas organizaciones- se ha ido alejando de esa inmediatez
concreta que suele ser atajada con el sentido común, con la experiencia
práctica y el aprendizaje empírico; ese que es posible transmitir de
forma oral. En contraste, estas organizaciones y sus equipos técnicos y
directivos han tenido que formarse en los saberes expertos y adoptar la
racionalidad especializada de la fase actual del modo de producción
capitalista bajo el discurso del desarrollo como lo analiza Quijano
(2000). Como es posible apreciar en la anterior Tabla 2, las estrategias
que se han planteado estas organizaciones en Michoacán distan del
sentido común inmediato y concreto, de las soluciones específicas y
tradicionales; pues requieren procesos analíticos financieros,
proyecciones estadísticas de producción agrícola y de estrategias de
cálculo costo-beneficio que se abstraen de sentido de pertenencia, de
identidad y de vínculo ajenos a la lógica con arreglo a fines que
caracteriza la producción industrial. De esta forma, la inserción de
estas organizaciones agrícolas en el sistema de producción y
comercialización excedentaria los ha forzado a transitar hacia la
apropiación del discurso conceptual-práctico del costo-beneficio
financiero y de la ingeniería organizacional empresarial, no sin
menoscabo del sentido de colectividad, bifurcándose, como veremos más
adelante, de la praxis campesina que ha seguido su propia trayectoria.
El cambio climático y la sustentabilidad: los límites del crecimiento
El discurso de la sustentabilidad, como
atributo del desarrollo, tiene origen formal en el trabajo de Donella
Meadows (1998) y su grupo, y en El Informe de Brundtland (1987), a
propósito de los límites físicos del planeta para perseguir un
crecimiento económico ilimitado; particularmente al ritmo y escala que
ha sido estimado en los llamados países desarrollados como EEUU, en
donde si el resto de la población mundial consumiera energía, recursos
naturales y desechara residuos como el norteamericano promedio se
requerirían cinco planetas para sustentar a una población de seis mil
millones de seres humanos (The Royal Society, 2012). El reporte “Nuestro
futuro común: Los límites del crecimiento” hizo hincapié en reconocer
formalmente que para la década de los ochenta existía ya una creciente
asimetría en los procesos de desarrollo y modernización que se expresaba
en inequidad en la calidad de vida que gozaban países y familias ricas
en comparación con similares pobres (Brundtland, 1987).
En el contexto anterior, la noción de
desarrollo se apropió del término sustentabilidad como adjetivo que
habría de reorientar las estrategias de crecimiento económico de tal
forma que se verificara un proceso equitativo de distribución de la
riqueza y una apropiación racionalizada de recursos naturales bajo
criterios de manejo que permitiera su conservación o cuando menos su
reposición y reciclaje (García, 2007). No obstante, la delimitación
conceptual, operativa y programática de la noción compuesta de
desarrollo+sustentable o, si se prefiere, de procesos societales
sustentables no resultó del todo clara y ello generó un intenso debate, a
la vez que se hizo uso indiscriminado y demagógico del calificativo
sustentable referido al desarrollo (Leff, 2000).
Por lo anterior, durante las décadas
siguientes emergió una densa literatura académica y voces
institucionales –particularmente desde los investigadores situados
políticamente en los países del Norte global- sobre la conservación y
manejo sustentable de recursos naturales y su vinculación con los
procesos de desarrollo y crecimiento económico como ejes fundamentales
que habrían de articularse con las medidas de agencias multilaterales y
gubernamentales para el combate a la pobreza y marginación como muestran
los trabajos de Revelle (1986), Meadows, (1998), Bossel (1999), Dobbs
& Pretty (2004), entre otros.
De esta manera, la fórmula
ecología-economía-sociedad se fue articulando como retórica
políticamente correcta al referirse a los procesos de desarrollo –ahora
sustentables- centrados en una lógica de conservación ecológica y manejo
racional de los recursos naturales como eje articulador del bienestar
social y viabilidad económica según explica Foladori (1999) pero que en
la práctica dio origen a la hoy llamada economía ambiental como muestran
los trabajos de Kremen & Miles (2012), de Constanza et al. (2007), o
de Pimentel et al. (2005) y que constituye la rama ‘ecologista’ de la
economía neoclásica –un típico análisis es el econométrico de Barrett
(2008)- y también permitió abordajes orientados hacia la competitividad
territorial como el de Porter (1998) y Boisier (2003) en donde datos
agroecosistémicos e información geomercantil son manejados bajo modelos
econométricos para diseñar una espacialidad geográfica técnicamente
dirigida a la rentabilidad económica tomando ventaja de los potenciales
ecológicos y sociales endógenos.
En definitiva, los procesos de
industrialización y consumo, de extracción de materiales y de deposición
de desechos realizados por la sociedad occidental –especialmente por
aquellos grupos sociales enriquecidos y con mayor capacidad de consumo-
no sólo han mantenido su curso sino han incrementado su escala, como
señala Leff (2000) a escala global y también Rubio (2008) para el caso
de la agricultura, y con ello los impactos en la variabilidad del clima
que ha sido denominada cambio climático como ha venido señalando el IPCC
(2007) en sus reportes.
Dicho de manera breve y sin abundar aquí
por falta de espacio, que no de pertinencia, la noción de desarrollo
como crecimiento económico capitalista ha sido meramente suavizada por
el discurso de la sustentabilidad mientras que en la práctica se acentúa
el deterioro de los ecosistemas y de los biomas, la pérdida de la
biodiversidad, el trastocamiento de los ciclos de carbono, oxígeno y
nitrógeno y, en definitiva, del sistema biótico y abiótico sustentador
de la vida en el planeta (Elizalde, 2012).
En nuestra opinión, no es que la noción
de sustentabilidad carezca de sentido o suficiente contenido conceptual
para señalar la urgencia de un manejo adecuado de los recursos naturales
y de cómo su apropiación social tendría que supeditarse a la capacidad
de carga específica a cada ecosistema, sino que mantenemos una posición
crítica en relación al concepto porque su uso demagógico por las
organizaciones del capital ha sido tan tenaz, eficaz y enajenante que
retomarlo como noción crítica podría representar una tarea titánica y
gatopardista.
En este sentido, mientras que para la
agroecología la agricultura ecológica, diversificada y multifuncional
representa una vía posible hacia la sustentabilidad como afirman
(Altieri & Toledo, 2011), es notorio cómo este discurso –el
agroecológico que se ha difundido en las universidades como Ciencia y
saber experto- está siendo apropiado por agencias multilaterales y sus
organizaciones del capital, con lo que se diluye el carácter político,
liberador y crítico de la agroecología como estrategia del campesinado y
como ciencia del huarache que había sido señalada por académicos como
Hernández-Xolocotzi (1985). En efecto, en tanto que el enfoque
agroecológico sea difundido como una práctica tecnológica de carácter
agronómica y con impactos ecológicos benéficos, su aguijón sociopolítico
y económico es, por decir lo menos, invisibilizado.
Desde nuestra perspectiva, la producción
agroecológica campesina, multifuncional, integrada y biodiversificada
corresponde a una estrategia de apropiación social de los ecosistemas en
función de la reproducción biosocial, lo que implica el uso de insumos
locales, el autoconsumo y la comercialización de sus excedentes en
circuitos cortos –que son cuestiones fundamentales en la noción de
soberanía alimentaria que plantea La Vía Campesina según Tetreault
(2012)-, al mismo tiempo el modo de producción agroecológica por su
pequeña escala es de talante local y ello permite un sistema de
intercambios y mercados menos asimétricos entre compradores y
vendedores, más permisibles a la competencia equitativa y más
predecibles en el tiempo, tal y como señalaran atinadamente
Sevilla-Guzmán & Cuéllar (2009) y Martínez-Alier (2011).
Por lo anterior, consideramos que es
fundamental que la agroecología retome e integre el enfoque de la
sociología rural, el análisis de la estructura del campesinado y de la
conformación de los territorios rurales. Esto es así de relevante para
el caso de las organizaciones de la REDCCAM porque no es posible
explicar la acción del campesinado en Michoacán desde una agroecología
como tecnología de agricultura ecológica, en tanto asistimos a un
agroecosistema altamente artificializado y mecanizado bajo la lógica de
la Revolución Verde como es descrita por Pichardo (2006) y ello
conduciría a desestimar a este grupo campesino como campesinos y quizás
denominarlos agroproductores o productores industriales agrícolas.
De esta manera, y antes de hacer una
breve exposición del agroecosistema de los socios de la REDCCAM y su
praxis, consideramos que es importante hacer una serie de precisiones
sobre cómo se inserta esta organización y sus socios en el modo de
producción capitalista actual, para completar la percepción del lector
sobre la estrategia de este campesinado michoacano.
El campesinado michoacano en el modo de producción capitalista
Como ya se ha venido discutiendo, la
relación entre el cambio climático como lo ha descrito el IPCC (2007) y
la fase actual del modo de producción capitalista, coordinada desde los
ámbitos financieros y especulativos del circuito mercantil, como lo
describe Rubio (2008) para el caso de la agricultura en México ha
devenido en una crisis civilizatoria a escala planetaria que, como
plantea Bartra (2008), se expresa en diversos ámbitos como lo son el
sistema alimentario, los ecosistemas, las relaciones sociales y el
propio sistema de reproducción del capital. En efecto, como es sabido,
las contradicciones propias de la reproducción del capital,
específicamente con respecto a la tasa decreciente de la tasa de
ganancia (Marx, 2001), implica en el caso de la agricultura mexicana que
ésta ha dejado de ser vista sólo como base del crecimiento económico de
la industria metal-mecánica y de otros sectores industriales y por ende
como posibilitadora del consumo de mercancías y manufacturas como fue
planteado por Bartra (1986). Actualmente, entonces, el usufructo de la
tierra, el sistema agroalimentario y de manera más amplia los recursos
naturales son vistos por el capital como una arena cada vez más
relevante –a la tradicional industria manufacturera- para su
reproducción en tanto posibilita otras formas de negocio, sea para
desplazar sus costes de producción, sea para especular en las bolsas de
valores, sea para monopolizar algunos componentes del sistema que
sustenta la vida en el planeta como señala Martínez-Alier (2011) sin que
por ello la agricultura deje de ser palanca de la industrialización
manufacturera –cuando así conviene al capitalista. Por lo que asistimos a
un fenómeno reproductivo que amplía y extiende sus formas de operación
para sobrellevar sus contradicciones, se diversifica y se renueva sin
dejar de conservar –y, cuando es posible, acentúar- las maneras
tradicionales de explotación, especialmente de la producción mercantil
simple propia del campesinado (Bartra, 1972) cuya producción
excedentaria necesariamente es incorporada al sistema de producción
mercantil del capital y cuyo valor es ahí apropiado por empresarios
harineros según describen detalladamente Massieu & Lechuga (2002)
para el caso mexicano.
En el caso de la REDCCAM, como
integradora de segundo nivel en Michoacán que apoya en la
comercialización agrícola de sus asociadas, nos encontramos con que la
producción agrícola excedentaria de sus asociadas es canalizada
principalmente a Maseca y Cargill –que operan como monopolios de los
granos básicos industrializados en México- y, en función de lograr la
comercialización de tales excedentes al mejor precio posible –es decir,
con la menor tasa de descuentos y castigos por calidad, tiempo de
entrega y otros conceptos- han adoptado una logística de producción de
granos –que va desde el aprovisionamiento de insumos, acopio de cosechas
y hasta su almacenamiento- que los sitúa en el ámbito organizacional
del tipo empresarial que señalamos anteriormente y, a su vez, ha
colocado a sus socios campesinos como campesinos que practican una
agricultura industrializada. Sin embargo, dicho modelo agroindustrial no
ha sido una adopción libre de este campesinado, sino es una imposición
estructural originada en los imperativos que establecen tales las
empresas compradoras de los excedentes de las cosechas. Mientras que los
campesinos producen granos básicos y otros productos agropecuarios para
su reproducción social, las empresas establecen condiciones de
producción y compra para su obtención de la mayor tasa de ganancia, lo
que es posibilitado por la asimetría –en capital y poder político de
estas empresas- y por un aparato de Estado históricamente al servicio de
estos grupos de poder que se cobijan legalmente en el Tratado de Libre
Comercio de América del Norte (TLCAN) y su normativa secundaria como es
analizada por Ayala & De la Tejera (2007).
El agroecosistema y territorio en el Bajío michoacano
La noción de agroecosistema según
Gliessman (2007), permite una delimitación heurística para abordar las
interacciones entre los diversos componentes bióticos, abióticos y
sociales de la unidad productiva campesina. Siendo una categoría muy
abordada desde la agroecología y desde la etnoecología (Toledo,
Alarcón-Chaires & Barón, 2002), el agroecosistema constituye un
arreglo biosocial en donde la espacialidad materializada en la forma de
apropiación de los recursos naturales es consistente con la
territorialidad construida en el grupo rural, lo que origina una forma
construida de territorio (Porto-Gonçalves, 2001).
En otro espacio podremos extendernos en
la descripción minuciosa de los diversos componentes del agroecosistema
maicero michoacano en Guayangareo, por ahora señalaremos que la unidad
productiva está compuesta por tres sub-unidades superficiales, a saber,
parcela propia en zona de cultivo agroindustrial, parcela rentada en
zona de cultivo agroindustrial y producción de traspatio. De esta forma,
la producción agrícola de granos básicos y otros forrajes, y en menor
frecuencia y cantidad de hortalizas, se desarrolla en dos ciclos –de
Junio-Diciembre con el temporal de lluvias y de Enero a Mayo con riego
rodado- en tierras propias y rentadas. La media de parcelas bajo
tenencia ejidal es de 5 ha y la de pequeña propiedad es alrededor de 10
ha. Entonces, es posible encontrar que un agricultor desarrolla su
actividad en su parcela propia y que además renta una parte o la
totalidad del solar de otro agricultor. Según los datos de la REDCCAM,
la media de superficie cultivada por productor ronda las 7 ha por
individuo, que en su mayoría son hombres pero que cada vez más hacen
presencia las mujeres. La mayor restricción para ampliar la superficie
de cultivo en renta, es la disposición de crédito y el cálculo que
realiza el agricultor para arriesgarse con más superficie o menos
(Bartra, 1976).
Por otro lado, está la producción
agropecuaria de traspatio en la que es posible observar hortalizas, aves
de corral, bovinos de leche, caprinos, ovinos y, en menor medida,
árboles frutales. Esta pequeña producción usualmente es para el
autoconsumo y tiene también funciones de ahorro, como en el caso de los
ovinos y caprinos. También permite un pequeño ingreso diario mediante la
venta de huevo y leche, así como quesos manufacturados de forma
artesanal y con venta local.
De esta forma, parte de los esquilmos de
la producción de granos básicos y forrajeros se almacenan para el
autoconsumo familiar y consumo pecuario en el traspatio. Visto en
términos agroecológicos, este agrosistema presenta un alto grado de
modificación para facilitar las prácticas agrícolas mecanizadas, desde
la siembra hasta la cosecha, pasando por la fumigación que también se
realiza con la ayuda de avionetas. Así, las áreas de cultivo son tierras
planas que carecen de vegetación endógena sino hasta las orillas del
valle en donde sí es posible apreciar matorrales y vegetación
secundaria, principalmente de caducifolias. Es notorio para los
campesinos y sus equipos técnicos, la desaparición de aves migratorias
–como palomas huilotas y patos- y otros mamíferos –como armadillos- y la
mayor presencia de roedores –como tuzas y ratones-; y con la
variabilidad climática, en contraste, han notado mayor presencia de
insectos devoradores de retoños y enfermedades.
De esta forma configurado su
agroecosistema, la producción industrializada que se realiza en las
parcelas propias y rentadas es una fuente de ingresos monetarios y la
producción de su traspatio está planeada para su autoalimentación
familiar. Sin embargo, la producción agrícola no cubre el total de sus
gastos económicos, según hemos podido constatar a través de las
estadísticas en los archivos de la organización, en los datos del INEGI
(2000) y de CONAPO (2005) y en las visitas a campo, existen tres fuentes
importantes de ingresos monetarios, a saber, las remesas enviadas desde
los EEUU por sus familiares, los salarios que obtienen de la venta de
su trabajo en las cabeceras municipales y en menor medida los subsidios
gubernamentales.
Al momento actual en el que se elabora
este documento, y sin aún tener datos estadísticos precisos, sí es
evidente que la mayoría de los socios de la REDCCAM perciben ingresos
de, al menos, dos de las tres fuentes financieras arriba señaladas. Esta
situación resulta muy importante en términos cualitativos porque si
bien la noción de agroecosistema es relevante en términos de explicar la
forma de apropiación de los recursos naturales –tierra, sol, lluvia-
puede quedarse insuficiente para explicar el fenómeno de diversificación
de medios de vida, por lo que la categoría de territorio según
Porto-Gonçalves (2001) puede resultar más explicativa y complementaria
para este grupo campesino que es un icono de esa nueva ruralidad (De
Grammont, 2004), cada vez más independiente de la agricultura como
exclusivo medio de subsistencia y más dependiente del empleo urbano y de
la emigración a los EEUU.
De esta forma, la noción de territorio
nos permitirá explicar que la territorialidad que se ha construido para
sí este grupo campesino no se circunscribe a la región del valle de
Guayangareo sino que transita hacia la zona metropolitana de Morelia –a
sólo 15 minutos de las tierras de cultivo- y se extiende hacia todo el
Bajío –principalmente hacia Guanajuato, a sólo 40 minutos del municipio
de Valle de Guadalupe y es influenciada también por la
norteamericanización de los michoacanos emigrados y que regresan cada
año a sus localidades. Entonces, tenemos una noción de territorio y
cotidianidad que supera lo local de la agricultura y la desborda.
Esta situación es un fenómeno que ha sido
apreciado en otras latitudes como señala Pérez (2001) y De Grammont
(2004), pero que tiene consecuencias poco exploradas en términos de
comprender la praxis campesina contemporánea. Aunque habremos de
explorar esta conexión en el siguiente apartado, adelantamos aquí la
racionalidad campesina, entonces, no es sólo la que sugiere la
biodiversificación de cultivos sino que es la que evita ‘poner todos los
huevos en la misma canasta’, esto es, mientras que la lógica de la
modernización es la de especializarse, la lógica campesina es la de
diversificarse.
Praxis y diversificación campesina
Entendemos aquí por praxis campesina:
“(…) el cruce entre la comprensión y la
transformación de la realidad, es decir, surge de la imbricación de
apuestas descriptivo-interpretativas y prescriptivas. Esta imbricación
tiene la virtud propia de la praxis en la medida en que permite combinar
inquietudes y tareas teóricas y políticas y surge de las necesidades
concretas de compresión del mundo y de acción en el mismo” (Modonesi,
2010, p. 152).
De esta forma, al referirnos a la praxis
campesina, estamos señalando que este grupo social integrado a la
REDCCAM ha definido estrategias para su reproducción que no son
adoptadas de manera ingenua e impuestas por otros grupos, sino que son
autodefinidas de manera explícita. Entonces, lejos de una noción del
campesinado como sujetos ignorantes y toscos, los rústicos han
comprendido su realidad y se han propuesto transformarla, sin
necesariamente hacer evidentes sus propósitos; es un proceso que ha sido
establecido sin aspavientos pero que claramente indica una ruptura con
la tendencia dominante.
Como ha sido señalado, mientras que la
irracionalidad ambiental, social y política de la modernidad
concretizada bajo el modo de producción capitalista tiende a la
especialización como paradigma civilizatorio del progreso, del
crecimiento y del desarrollo (Leff, 2000), este campesinado se ha
empeñado en construirse de manera diversificada cultivando la tierra
pero también recurriendo a oportunidades de empleo –como choferes,
albañiles o jornaleros agrícolas-, emigrando a los EEUU y enviando
remesas a sus familias y accediendo a toda suerte de subsidios
–federales, estatales y municipales-, aunque éstos son cada vez más
escasos; pero que en definitiva amplían su territorio -y su sentido de
territorialidad- más allá del manejo de su agroecosistema.
Por su lado, la organización integradora
REDCCAM y de sus asociadas han establecido un interesante plan
estratégico para integrarse de manera más exitosa al hostil sistema
agroalimentario mexicano, mientras que este fortalece su
interdependencia hacia el sistema económico global, pero sus resultados
no dejan de ser variopinto en tanto libran una batalla bastante desigual
y asimétrica con las corporaciones agroalimentarias como Maseca, Minsa,
ADM, Cargill, Dupont, Syngenta, DKalb y otras afines que cuentan con un
enorme soporte financiero (Ayala Ortíz & De la Tejera, 2007) y con
políticas gubernamentales que les vienen favoreciendo (Pichardo, 2006).
De esta forma, la REDCCAM ha supuesto que
mediante la apropiación del saber experto y del conocimiento
técnico-productivo y financiero-comercial podrán lograr mejoras en las
condiciones de producción, cosecha y venta de los excedentes de sus
socios campesinos. Sin embargo, como menciona el equipo de la ARIC y de
las organizaciones de base que son sus asociadas, el grado de
apropiación de la tecnología agrícola ecológica y organizacional por
parte de los agricultores es incipiente, lenta y azarosa. Esta situación
no necesariamente es ineficiencia en los programas de difusión
tecnológica de las organizaciones y sus equipos técnicos, sino que
posiblemente se explica porque la praxis campesina, la interpretación de
la realidad de estos campesinos y su acción consecuente ha colocado a
la agricultura agroindustrial como una fuente de ingresos adicionales –e
incluso marginales- a aquellos otros que se generan por otros medios.
En una circunstancia en la que los costos
de los insumos se elevan y los precios de compra de las cosechas
disminuyen, y al constatar cambios en el comportamiento climático y el
incremento en la presencia de organismos adversos a sus cultivos, la
diversificación de estrategias económicas es una alternativa plausible.
En sintonía con lo anterior, los esfuerzos de las organizaciones
campesinas para procurar incrementos en la rentabilidad de los
monocultivos son vistos con ojos buenos por parte de estos grupos de
campiranos, pero también como una estrategia insuficiente; en
consecuencia emigran, se emplean y aprenden otros oficios mientras que
mantienen su vínculo con la tierra.
El enfoque de la sustentabilidad social,
económica y ecológica, es analizado por los agricultores en el surco, en
el rendimiento de sus tierras, en los pesos que les dan por la cosecha y
en su probabilidad para seguir reproduciéndose. Dicho de otra forma,
estos grupos de agrestes -sujetos del campo- han sabido aprender otros
oficios para mantenerse campesinos, han sabido irse a las ciudades para
permanecer en el campo, han decidido migrar y hacerse ciudadanos gringos
para conservar sus raíces mexicanas, michoacanas y, en no pocos casos,
purépechas. Es entonces cuando se aprecia una bifurcación en las
estrategias tecnológicas de las empresas rurales en las que ‘están
anotados’, como dicen ellos, y las moderadas aspiraciones que mantienen
hacia tales organizaciones. Sin demeritar el enorme esfuerzo de las
llamadas ‘empresas comercializadoras de granos del sector social’ y de
sus equipos técnicos por apropiarse de los saberes especializados de las
esferas financieras, comerciales y agronómico-productivas, el caso de
la REDCCAM permite vislumbrar cómo estos sus socios, campesinos
analfabetos, han sabido leer que por la vía de la especialización en los
monocultivos y la agricultura industrial terminarán por ser otra cosa
que no campesinos.
Como ha sido sugerido por algunos
promotores rurales, si el análisis agroecológico se complementa del
análisis de la sociología rural, será posible dar cuenta de cómo este
sujeto social denominado campesino está empeñado en reproducirse y ha
sido capaz de cambiar para permanecer y que, mientras que conserva una
lógica de diversificación agroproductiva, también ha desarrollado una
diversificación de fuentes de ingreso para sobrevivir. El mero enfoque
agroecológico podría concluir que a estos campiranos no les interesa la
ecología y el mero análisis sociológico podría sugerir que posiblemente
asistimos a una suerte de descampesinización (Pérez, 2001) o a una
ruralidad profundamente otra (De Grammont, 2004) y que, en definitiva,
el desarrollismo que analiza Quijano (2000) ha permeado tanto en el agro
michoacano que poco o nada hay que hacer más que contemplar la
extinción de una Clase que se ve asediada por el Imperio agroalimentario
(Ploeg, 2010) y que resiste como puede la embestida neoextractiva del
capital (Martínez-Alier, 2011). Nada más lejano de la realidad.
Reflexiones finales
La praxis campesina que es posible de ser
apreciada en esta región rural de Michoacán, ofrece una perspectiva
crítica hacia el discurso de la sustentabilidad que ha camuflado el
capitalismo salvaje contemporáneo (Bartra, 2008).
Construir alternativas civilizatorias
podría transitar por una agricultura ecológica siempre que ésta venga
acompañada por transformaciones en las relaciones de poder, en los
sistemas y mecanismos de intercambios mercantiles y en la valoración de
la naturaleza y los componentes sistémicos que sustentan la vida en el
planeta (Martínez-Alier, 2011) y entonces podríamos discutir cómo
operativizar la sustentabilidad (Elizalde, 2012).
Si bien las organizaciones campesinas han
sido una pieza clave para que el campesinado mexicano subsista el
embate de la fase actual del modo de producción capitalista (Ayala Ortíz
& De la Tejera, 2007) e incluso, como en el caso de la REDCCAM, han
funcionado como catalizadoras del malestar campesino y sujetos rurales
que interpelan a la clase empresarial y política burguesa, tales
organizaciones podrían replantear cómo esta praxis campesina interpela
sus planes organizacionales y quizás podrían, refuncionalizándose,
ampliar sus acciones y servicios a sus socios.
La profundización en el modo de
producción capitalista no sólo ha implicado el empobrecimiento de
amplios segmentos sociales sino drásticos y acelerados cambios en el
clima del planeta (IPCC, 2007), por lo que una agricultura alternativa
que enfríe el planeta se hace urgente pero esto no podrá ser posible sin
comprender el protagonismo y la capacidad de cambio de la clase
campesina.
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