viernes, 13 de junio de 2014

La praxis campesina de REDCCAM hacia la sustentabilidad de su agroecosistema maicero en Michoacán de frente al Cambio Climático y en respuesta al Capitalismo

Resumen
El capitalismo como forma de organización social dominante entraña una relación anidada con la naturaleza que se ve reflejada actualmente en el cambio climático que afecta los agroecosistemas campesinos en México, amenazando la producción de maíz. La Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo (ANEC) es una red de organizaciones rurales a nivel nacional que ha venido implementando una serie de estrategias y prácticas agrícolas sustentables, que pueden estar constituyendo un esfuerzo campesino de acción transformadora (praxis) para mitigar y adaptarse al cambio climático y en contrapropuesta al capitalismo en su expresión rural; en Michoacán está la Red de Empresas Comercializadoras Campesinas de Michoacán (REDCCAM) con 17 organizaciones de base en 29 municipios. Desde un enfoque participativo, nos proponemos con la REDCCAM exponer su praxis campesina en Michoacán considerando el manejo de su agroecosistema hacia la sustentabilidad. Esta discusión retoma cuatro debates importantes para la sociología rural y la agroecología: la explicación de la praxis campesina de pequeños productores de maíz organizados en México, la comprensión del espacio rural contemporáneo y la noción del agroecosistema, el análisis de la crisis civilizatoria socioecológica a escala local y el problema del desarrollo, y finalmente describir cómo se construye hoy la sustentabilidad local ante el cambio climático y el capitalismo global en sus aterrizajes locales.




Introducción
El estado de Michoacán ocupa el tercer lugar en la producción de maíz blanco con casi el 20% de la producción del grano en México (SAGARPA-FAO, 2012). Además del maíz, el estado es un importante productor de sorgo junto con los estados de Guanajuato, Jalisco y Sinaloa que en conjunto producen el 63% del total nacional en el ciclo primavera-verano (SAGARPA-FAO, 2012). En tanto que para esta ARIC la producción de granos básicos representa a la mayoría de los campesinos que agrupa y es la problemática más compleja y que le consume más esfuerzos, esta investigación se centra en los campesinos que cultivan tales productos en la región del Valle de Guayangareo y particularmente en el tema del maíz blanco para consumo humano.
La praxis campesina que es posible de ser apreciada en esta región rural de Michoacán, puede ofrecer una perspectiva crítica para acercarse a la noción de sustentabilidad y al tema del cambio climático en el contexto de la reproducción del capital en su fase globalizada y financiera (Rubio, 2008).
Presentamos a continuación una serie de antecedentes de la REDCCAM y nuestro posicionamiento de frente al fenómeno del cambio climático, mientras que discutiremos brevemente el concepto de sustentabilidad. Posteriormente, presentamos cómo la organización de campesinos se ha insertado en el modo de producción capitalista y cómo esto ha configurado su agroecosistema y posibilitado una construcción amplia de su territorialidad. Finalmente, discutimos nuestra noción de praxis campesina y apuntaremos algunas ideas finales.

Antecedentes de la REDCCAM
La Red de Empresas Comercializadoras Campesinas de Michoacán (REDCCAM) agrupa a 17 organizaciones de productores (Tabla 1) en 29 municipios (Figura 1) que suman alrededor de dos mil socios y clientes situados en la región del Bajío, en el estado de Michoacán, y que junto con Jalisco y Guanajuato conforman una de las regiones agroproductoras más importantes del país, donde se cultiva un alto porcentaje de maíz, trigo y arroz, y forrajes como sorgo, avena y alfalfa en México.

Tabla 1. Relación de asociadas a la REDCCAM y su producción principal.
Organización asociada a la REDCCAM Producción principal
1. Productores Rurales del Bajío SPR de RL Maíz, sorgo y trigo
2. Arroceros del Valle del Márquez SPR de RL Arroz y subproductos.
3. Procesadora del Valle de Camucuato, SPR de RL Fresa y zarzamora.
4. Ignacio López Rayón Ejido Aguacaliente, SPR de RL Maíz criollo y forrajes.
5. Temascales los Huizachales SPR de RL Alimentos balanceados
6. El Jacal del Oriente SPR de RL Ganado ovino y engorda de bovinos
7. Derivados Lácteos de Michoacán SPR de RL Lácteos
8. Productores y Transformadores de Tarejero SPR de RL Alimentos balanceados
9. Impulsora Agropecuaria Chavinda SPR de RL Maíz, sorgo y trigo
10. El Jorullo, SPR de RL Ciervo rojo
11. Servicios Agropecuarios Guaracha, SPR de RL Maíz, sorgo y trigo
12. Grupo Glalcaixt, SPR de RL Hortalizas y flores
13. Ganaderos Unidos de Temascales, SPR de RL Ganado ovino
14. Agricultores Unidos de Ixtlán, SPR de RL Maíz, sorgo y trigo
15. Agricultores Unidos Región Guayangareo, SPR de RL Semilla certificada, maíz, sorgo y trigo.
16. Productores Agropecuarios Guaracha, SC Maíz, sorgo y trigo Maíz
17. Unión de Ejidos Lázaro Cárdenas del Río Maíz
Fuente: Archivos REDCCAM.

Figura 1. Mapa de localización de las organizaciones que constituyen a la REDCCAM.
Localización de organizaciones de la REDCCAM
Localización de organizaciones de la REDCCAM
Fuente: archivos de la REDCCAM.

La Red de Empresas Comercializadoras Campesinas de Michoacán, ARIC de RL (REDCCAM) en su trayectoria organizativa ha atravesado por tres periodos importantes que inicia a partir del año 2003 a la fecha.
Un primer periodo abarca del año 2003 al 2004, al que nombramos como la constitución, donde por intereses comunes se integran 10 organizaciones de productores para hacer frente al problema de mercado de granos, y con el apoyo financiero del Programa de Fomento a Empresas Comercializadoras Agropecuarias del Sector Social (PROFECA) en el marco del programa Alianza para el Campo de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa).
El segundo periodo abarca del 2005 al 2007, el cual definió el desarrollo organizativo, donde se vislumbra el mayor crecimiento de las organizaciones de productores y se capitalizan con infraestructura y garantías liquidas para el impulso de los proyectos productivos, financieros y comerciales, así mismo se marca una reestructuración organizativa que genera un mayor impulso en el crecimiento de REDCCAM.
El tercer periodo abarca del año 2008 a la fecha, inicia como una etapa de consolidación, se considera como la de mayor aprendizaje y se asume una nueva forma de trabajo que sensibiliza a las organizaciones a persistir en unidad para enfrentar los problemas del mercado, financieros y de productividad.
Las organizaciones campesinas de la REDCCAM han venido experimentando desde el año 2008 una serie de problemas en diversos ámbitos, mismos que se detallan en la Tabla 2. Ante ello, y con el apoyo de Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo (ANEC), han venido desarrollando estrategias organizacionales para resolver su problemática que ha afectado tanto a la producción agrícola como a la ganadería, pero que se ha concentrado en la primera.

Tabla 2. Problemática de la REDCCAM y sus estrategias organizativas.
Ámbito Estrategia
Mercado Planeación de la comercialización, diversificación de mercados, agricultura por contrato.
Financiero Diversificación de fuentes financieras, negociación de condiciones de crédito, mejoramiento de instalaciones y esquemas de pignoración, seguro agrícola y compra de coberturas, gestión de recursos y subsidios para proyectos organizaciones y equipamiento.
Productivo Autoproducción de semilla, abonos foliares y compostas y desarrollo de un esquema localizado en el manejo del cultivo con la asesoría de un experto, establecimiento de laboratorio edafológico propio.
Fuente: archivos de la REDCCAM.

En efecto, como señala el gerente de la REDCCAM y su equipo de trabajo, en términos de la producción, el problema mayor es que los cultivos en parcela han venido experimentando mayor presencia de arvenses, enfermedades e insectos depredadores del cultivo de maíz, sorgo y trigo lo que ha implicado para el campesino mayor coste de producción al tener que recurrir al uso intensivo de insecticidas y fitosanitarios comerciales, cuyos precios se han elevado. Esto implica que el margen de rentabilidad del cultivo para el productor se reduce no sólo por mermas en la producción final por ataques de insectos, sino también por la creciente variabilidad climática que se ha verificado recientemente en la zona –sequía, granizo, calor, exceso de lluvia o vientos inusuales.
Por otro lado, en términos de la comercialización, la curva de los precios de compra de los granos básicos y las condiciones que establecen los industriales harineros reducen el margen de rentabilidad por unidad de superficie y transfieren a la organización campesina de base la responsabilidad en el manejo del grano y su calidad, llegando a castigar el precio bajo el argumento de baja calidad del grano y mermas.
Finalmente, al decir del equipo técnico de la REDCCAM, el panorama se viene a complejizar con el endurecimiento de las condiciones y costes el crédito agrícola y para la comercialización, en donde es la organización campesina quien debe lidiar con los costos financieros y la logística comercial.
Este conjunto de problemas productivos, comerciales y financieros en la que se han visto envueltas las organizaciones socias de la REDCCAM y su campesinado están anclados en la lógica del saber experto, especializado y técnico. En efecto, el proceso de producción agrícola y su comercialización de excedentes –para el caso de estas organizaciones- se ha ido alejando de esa inmediatez concreta que suele ser atajada con el sentido común, con la experiencia práctica y el aprendizaje empírico; ese que es posible transmitir de forma oral. En contraste, estas organizaciones y sus equipos técnicos y directivos han tenido que formarse en los saberes expertos y adoptar la racionalidad especializada de la fase actual del modo de producción capitalista bajo el discurso del desarrollo como lo analiza Quijano (2000). Como es posible apreciar en la anterior Tabla 2, las estrategias que se han planteado estas organizaciones en Michoacán distan del sentido común inmediato y concreto, de las soluciones específicas y tradicionales; pues requieren procesos analíticos financieros, proyecciones estadísticas de producción agrícola y de estrategias de cálculo costo-beneficio que se abstraen de sentido de pertenencia, de identidad y de vínculo ajenos a la lógica con arreglo a fines que caracteriza la producción industrial. De esta forma, la inserción de estas organizaciones agrícolas en el sistema de producción y comercialización excedentaria los ha forzado a transitar hacia la apropiación del discurso conceptual-práctico del costo-beneficio financiero y de la ingeniería organizacional empresarial, no sin menoscabo del sentido de colectividad, bifurcándose, como veremos más adelante, de la praxis campesina que ha seguido su propia trayectoria.

El cambio climático y la sustentabilidad: los límites del crecimiento
El discurso de la sustentabilidad, como atributo del desarrollo, tiene origen formal en el trabajo de Donella Meadows (1998) y su grupo, y en El Informe de Brundtland (1987), a propósito de los límites físicos del planeta para perseguir un crecimiento económico ilimitado; particularmente al ritmo y escala que ha sido estimado en los llamados países desarrollados como EEUU, en donde si el resto de la población mundial consumiera energía, recursos naturales y desechara residuos como el norteamericano promedio se requerirían cinco planetas para sustentar a una población de seis mil millones de seres humanos (The Royal Society, 2012). El reporte “Nuestro futuro común: Los límites del crecimiento” hizo hincapié en reconocer formalmente que para la década de los ochenta existía ya una creciente asimetría en los procesos de desarrollo y modernización que se expresaba en inequidad en la calidad de vida que gozaban países y familias ricas en comparación con similares pobres (Brundtland, 1987).
En el contexto anterior, la noción de desarrollo se apropió del término sustentabilidad como adjetivo que habría de reorientar las estrategias de crecimiento económico de tal forma que se verificara un proceso equitativo de distribución de la riqueza y una apropiación racionalizada de recursos naturales bajo criterios de manejo que permitiera su conservación o cuando menos su reposición y reciclaje (García, 2007). No obstante, la delimitación conceptual, operativa y programática de la noción compuesta de desarrollo+sustentable o, si se prefiere, de procesos societales sustentables no resultó del todo clara y ello generó un intenso debate, a la vez que se hizo uso indiscriminado y demagógico del calificativo sustentable referido al desarrollo (Leff, 2000).
Por lo anterior, durante las décadas siguientes emergió una densa literatura académica y voces institucionales –particularmente desde los investigadores situados políticamente en los países del Norte global- sobre la conservación y manejo sustentable de recursos naturales y su vinculación con los procesos de desarrollo y crecimiento económico como ejes fundamentales que habrían de articularse con las medidas de agencias multilaterales y gubernamentales para el combate a la pobreza y marginación como muestran los trabajos de Revelle (1986), Meadows, (1998), Bossel (1999), Dobbs & Pretty (2004), entre otros.
De esta manera, la fórmula ecología-economía-sociedad se fue articulando como retórica políticamente correcta al referirse a los procesos de desarrollo –ahora sustentables- centrados en una lógica de conservación ecológica y manejo racional de los recursos naturales como eje articulador del bienestar social y viabilidad económica según explica Foladori (1999) pero que en la práctica dio origen a la hoy llamada economía ambiental como muestran los trabajos de Kremen & Miles (2012), de Constanza et al. (2007), o de Pimentel et al. (2005) y que constituye la rama ‘ecologista’ de la economía neoclásica –un típico análisis es el econométrico de Barrett (2008)- y también permitió abordajes orientados hacia la competitividad territorial como el de Porter (1998) y Boisier (2003) en donde datos agroecosistémicos e información geomercantil son manejados bajo modelos econométricos para diseñar una espacialidad geográfica técnicamente dirigida a la rentabilidad económica tomando ventaja de los potenciales ecológicos y sociales endógenos.
En definitiva, los procesos de industrialización y consumo, de extracción de materiales y de deposición de desechos realizados por la sociedad occidental –especialmente por aquellos grupos sociales enriquecidos y con mayor capacidad de consumo- no sólo han mantenido su curso sino han incrementado su escala, como señala Leff (2000) a escala global y también Rubio (2008) para el caso de la agricultura, y con ello los impactos en la variabilidad del clima que ha sido denominada cambio climático como ha venido señalando el IPCC (2007) en sus reportes.
Dicho de manera breve y sin abundar aquí por falta de espacio, que no de pertinencia, la noción de desarrollo como crecimiento económico capitalista ha sido meramente suavizada por el discurso de la sustentabilidad mientras que en la práctica se acentúa el deterioro de los ecosistemas y de los biomas, la pérdida de la biodiversidad, el trastocamiento de los ciclos de carbono, oxígeno y nitrógeno y, en definitiva, del sistema biótico y abiótico sustentador de la vida en el planeta (Elizalde, 2012).
En nuestra opinión, no es que la noción de sustentabilidad carezca de sentido o suficiente contenido conceptual para señalar la urgencia de un manejo adecuado de los recursos naturales y de cómo su apropiación social tendría que supeditarse a la capacidad de carga específica a cada ecosistema, sino que mantenemos una posición crítica en relación al concepto porque su uso demagógico por las organizaciones del capital ha sido tan tenaz, eficaz y enajenante que retomarlo como noción crítica podría representar una tarea titánica y gatopardista.
En este sentido, mientras que para la agroecología la agricultura ecológica, diversificada y multifuncional representa una vía posible hacia la sustentabilidad como afirman (Altieri & Toledo, 2011), es notorio cómo este discurso –el agroecológico que se ha difundido en las universidades como Ciencia y saber experto- está siendo apropiado por agencias multilaterales y sus organizaciones del capital, con lo que se diluye el carácter político, liberador y crítico de la agroecología como estrategia del campesinado y como ciencia del huarache que había sido señalada por académicos como Hernández-Xolocotzi (1985). En efecto, en tanto que el enfoque agroecológico sea difundido como una práctica tecnológica de carácter agronómica y con impactos ecológicos benéficos, su aguijón sociopolítico y económico es, por decir lo menos, invisibilizado.
Desde nuestra perspectiva, la producción agroecológica campesina, multifuncional, integrada y biodiversificada corresponde a una estrategia de apropiación social de los ecosistemas en función de la reproducción biosocial, lo que implica el uso de insumos locales, el autoconsumo y la comercialización de sus excedentes en circuitos cortos –que son cuestiones fundamentales en la noción de soberanía alimentaria que plantea La Vía Campesina según Tetreault (2012)-, al mismo tiempo el modo de producción agroecológica por su pequeña escala es de talante local y ello permite un sistema de intercambios y mercados menos asimétricos entre compradores y vendedores, más permisibles a la competencia equitativa y más predecibles en el tiempo, tal y como señalaran atinadamente Sevilla-Guzmán & Cuéllar (2009) y Martínez-Alier (2011).
Por lo anterior, consideramos que es fundamental que la agroecología retome e integre el enfoque de la sociología rural, el análisis de la estructura del campesinado y de la conformación de los territorios rurales. Esto es así de relevante para el caso de las organizaciones de la REDCCAM porque no es posible explicar la acción del campesinado en Michoacán desde una agroecología como tecnología de agricultura ecológica, en tanto asistimos a un agroecosistema altamente artificializado y mecanizado bajo la lógica de la Revolución Verde como es descrita por Pichardo (2006) y ello conduciría a desestimar a este grupo campesino como campesinos y quizás denominarlos agroproductores o productores industriales agrícolas.
De esta manera, y antes de hacer una breve exposición del agroecosistema de los socios de la REDCCAM y su praxis, consideramos que es importante hacer una serie de precisiones sobre cómo se inserta esta organización y sus socios en el modo de producción capitalista actual, para completar la percepción del lector sobre la estrategia de este campesinado michoacano.

El campesinado michoacano en el modo de producción capitalista
Como ya se ha venido discutiendo, la relación entre el cambio climático como lo ha descrito el IPCC (2007) y la fase actual del modo de producción capitalista, coordinada desde los ámbitos financieros y especulativos del circuito mercantil, como lo describe Rubio (2008) para el caso de la agricultura en México ha devenido en una crisis civilizatoria a escala planetaria que, como plantea Bartra (2008), se expresa en diversos ámbitos como lo son el sistema alimentario, los ecosistemas, las relaciones sociales y el propio sistema de reproducción del capital. En efecto, como es sabido, las contradicciones propias de la reproducción del capital, específicamente con respecto a la tasa decreciente de la tasa de ganancia (Marx, 2001), implica en el caso de la agricultura mexicana que ésta ha dejado de ser vista sólo como base del crecimiento económico de la industria metal-mecánica y de otros sectores industriales y por ende como posibilitadora del consumo de mercancías y manufacturas como fue planteado por Bartra (1986). Actualmente, entonces, el usufructo de la tierra, el sistema agroalimentario y de manera más amplia los recursos naturales son vistos por el capital como una arena cada vez más relevante –a la tradicional industria manufacturera- para su reproducción en tanto posibilita otras formas de negocio, sea para desplazar sus costes de producción, sea para especular en las bolsas de valores, sea para monopolizar algunos componentes del sistema que sustenta la vida en el planeta como señala Martínez-Alier (2011) sin que por ello la agricultura deje de ser palanca de la industrialización manufacturera –cuando así conviene al capitalista. Por lo que asistimos a un fenómeno reproductivo que amplía y extiende sus formas de operación para sobrellevar sus contradicciones, se diversifica y se renueva sin dejar de conservar –y, cuando es posible, acentúar- las maneras tradicionales de explotación, especialmente de la producción mercantil simple propia del campesinado (Bartra, 1972) cuya producción excedentaria necesariamente es incorporada al sistema de producción mercantil del capital y cuyo valor es ahí apropiado por empresarios harineros según describen detalladamente Massieu & Lechuga (2002) para el caso mexicano.
En el caso de la REDCCAM, como integradora de segundo nivel en Michoacán que apoya en la comercialización agrícola de sus asociadas, nos encontramos con que la producción agrícola excedentaria de sus asociadas es canalizada principalmente a Maseca y Cargill –que operan como monopolios de los granos básicos industrializados en México- y, en función de lograr la comercialización de tales excedentes al mejor precio posible –es decir, con la menor tasa de descuentos y castigos por calidad, tiempo de entrega y otros conceptos- han adoptado una logística de producción de granos –que va desde el aprovisionamiento de insumos, acopio de cosechas y hasta su almacenamiento- que los sitúa en el ámbito organizacional del tipo empresarial que señalamos anteriormente y, a su vez, ha colocado a sus socios campesinos como campesinos que practican una agricultura industrializada. Sin embargo, dicho modelo agroindustrial no ha sido una adopción libre de este campesinado, sino es una imposición estructural originada en los imperativos que establecen tales las empresas compradoras de los excedentes de las cosechas. Mientras que los campesinos producen granos básicos y otros productos agropecuarios para su reproducción social, las empresas establecen condiciones de producción y compra para su obtención de la mayor tasa de ganancia, lo que es posibilitado por la asimetría –en capital y poder político de estas empresas- y por un aparato de Estado históricamente al servicio de estos grupos de poder que se cobijan legalmente en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y su normativa secundaria como es analizada por Ayala & De la Tejera (2007).

Monocultivos del Bajío
Monocultivos del Bajío

El agroecosistema y territorio en el Bajío michoacano
La noción de agroecosistema según Gliessman (2007), permite una delimitación heurística para abordar las interacciones entre los diversos componentes bióticos, abióticos y sociales de la unidad productiva campesina. Siendo una categoría muy abordada desde la agroecología y desde la etnoecología (Toledo, Alarcón-Chaires & Barón, 2002), el agroecosistema constituye un arreglo biosocial en donde la espacialidad materializada en la forma de apropiación de los recursos naturales es consistente con la territorialidad construida en el grupo rural, lo que origina una forma construida de territorio (Porto-Gonçalves, 2001).
En otro espacio podremos extendernos en la descripción minuciosa de los diversos componentes del agroecosistema maicero michoacano en Guayangareo, por ahora señalaremos que la unidad productiva está compuesta por tres sub-unidades superficiales, a saber, parcela propia en zona de cultivo agroindustrial, parcela rentada en zona de cultivo agroindustrial y producción de traspatio. De esta forma, la producción agrícola de granos básicos y otros forrajes, y en menor frecuencia y cantidad de hortalizas, se desarrolla en dos ciclos –de Junio-Diciembre con el temporal de lluvias y de Enero a Mayo con riego rodado- en tierras propias y rentadas. La media de parcelas bajo tenencia ejidal es de 5 ha y la de pequeña propiedad es alrededor de 10 ha. Entonces, es posible encontrar que un agricultor desarrolla su actividad en su parcela propia y que además renta una parte o la totalidad del solar de otro agricultor. Según los datos de la REDCCAM, la media de superficie cultivada por productor ronda las 7 ha por individuo, que en su mayoría son hombres pero que cada vez más hacen presencia las mujeres. La mayor restricción para ampliar la superficie de cultivo en renta, es la disposición de crédito y el cálculo que realiza el agricultor para arriesgarse con más superficie o menos (Bartra, 1976).
Por otro lado, está la producción agropecuaria de traspatio en la que es posible observar hortalizas, aves de corral, bovinos de leche, caprinos, ovinos y, en menor medida, árboles frutales. Esta pequeña producción usualmente es para el autoconsumo y tiene también funciones de ahorro, como en el caso de los ovinos y caprinos. También permite un pequeño ingreso diario mediante la venta de huevo y leche, así como quesos manufacturados de forma artesanal y con venta local.
De esta forma, parte de los esquilmos de la producción de granos básicos y forrajeros se almacenan para el autoconsumo familiar y consumo pecuario en el traspatio. Visto en términos agroecológicos, este agrosistema presenta un alto grado de modificación para facilitar las prácticas agrícolas mecanizadas, desde la siembra hasta la cosecha, pasando por la fumigación que también se realiza con la ayuda de avionetas. Así, las áreas de cultivo son tierras planas que carecen de vegetación endógena sino hasta las orillas del valle en donde sí es posible apreciar matorrales y vegetación secundaria, principalmente de caducifolias. Es notorio para los campesinos y sus equipos técnicos, la desaparición de aves migratorias –como palomas huilotas y patos- y otros mamíferos –como armadillos- y la mayor presencia de roedores –como tuzas y ratones-; y con la variabilidad climática, en contraste, han notado mayor presencia de insectos devoradores de retoños y enfermedades.
De esta forma configurado su agroecosistema, la producción industrializada que se realiza en las parcelas propias y rentadas es una fuente de ingresos monetarios y la producción de su traspatio está planeada para su autoalimentación familiar. Sin embargo, la producción agrícola no cubre el total de sus gastos económicos, según hemos podido constatar a través de las estadísticas en los archivos de la organización, en los datos del INEGI (2000) y de CONAPO (2005) y en las visitas a campo, existen tres fuentes importantes de ingresos monetarios, a saber, las remesas enviadas desde los EEUU por sus familiares, los salarios que obtienen de la venta de su trabajo en las cabeceras municipales y en menor medida los subsidios gubernamentales.
Al momento actual en el que se elabora este documento, y sin aún tener datos estadísticos precisos, sí es evidente que la mayoría de los socios de la REDCCAM perciben ingresos de, al menos, dos de las tres fuentes financieras arriba señaladas. Esta situación resulta muy importante en términos cualitativos porque si bien la noción de agroecosistema es relevante en términos de explicar la forma de apropiación de los recursos naturales –tierra, sol, lluvia- puede quedarse insuficiente para explicar el fenómeno de diversificación de medios de vida, por lo que la categoría de territorio según Porto-Gonçalves (2001) puede resultar más explicativa y complementaria para este grupo campesino que es un icono de esa nueva ruralidad (De Grammont, 2004), cada vez más independiente de la agricultura como exclusivo medio de subsistencia y más dependiente del empleo urbano y de la emigración a los EEUU.
De esta forma, la noción de territorio nos permitirá explicar que la territorialidad que se ha construido para sí este grupo campesino no se circunscribe a la región del valle de Guayangareo sino que transita hacia la zona metropolitana de Morelia –a sólo 15 minutos de las tierras de cultivo- y se extiende hacia todo el Bajío –principalmente hacia Guanajuato, a sólo 40 minutos del municipio de Valle de Guadalupe y es influenciada también por la norteamericanización de los michoacanos emigrados y que regresan cada año a sus localidades. Entonces, tenemos una noción de territorio y cotidianidad que supera lo local de la agricultura y la desborda.
Esta situación es un fenómeno que ha sido apreciado en otras latitudes como señala Pérez (2001) y De Grammont (2004), pero que tiene consecuencias poco exploradas en términos de comprender la praxis campesina contemporánea. Aunque habremos de explorar esta conexión en el siguiente apartado, adelantamos aquí la racionalidad campesina, entonces, no es sólo la que sugiere la biodiversificación de cultivos sino que es la que evita ‘poner todos los huevos en la misma canasta’, esto es, mientras que la lógica de la modernización es la de especializarse, la lógica campesina es la de diversificarse.

Tractor

Praxis y diversificación campesina
Entendemos aquí por praxis campesina:
“(…) el cruce entre la comprensión y la transformación de la realidad, es decir, surge de la imbricación de apuestas descriptivo-interpretativas y prescriptivas. Esta imbricación tiene la virtud propia de la praxis en la medida en que permite combinar inquietudes y tareas teóricas y políticas y surge de las necesidades concretas de compresión del mundo y de acción en el mismo” (Modonesi, 2010, p. 152).
De esta forma, al referirnos a la praxis campesina, estamos señalando que este grupo social integrado a la REDCCAM ha definido estrategias para su reproducción que no son adoptadas de manera ingenua e impuestas por otros grupos, sino que son autodefinidas de manera explícita. Entonces, lejos de una noción del campesinado como sujetos ignorantes y toscos, los rústicos han comprendido su realidad y se han propuesto transformarla, sin necesariamente hacer evidentes sus propósitos; es un proceso que ha sido establecido sin aspavientos pero que claramente indica una ruptura con la tendencia dominante.
Como ha sido señalado, mientras que la irracionalidad ambiental, social y política de la modernidad concretizada bajo el modo de producción capitalista tiende a la especialización como paradigma civilizatorio del progreso, del crecimiento y del desarrollo (Leff, 2000), este campesinado se ha empeñado en construirse de manera diversificada cultivando la tierra pero también recurriendo a oportunidades de empleo –como choferes, albañiles o jornaleros agrícolas-, emigrando a los EEUU y enviando remesas a sus familias y accediendo a toda suerte de subsidios –federales, estatales y municipales-, aunque éstos son cada vez más escasos; pero que en definitiva amplían su territorio -y su sentido de territorialidad- más allá del manejo de su agroecosistema.
Por su lado, la organización integradora REDCCAM y de sus asociadas han establecido un interesante plan estratégico para integrarse de manera más exitosa al hostil sistema agroalimentario mexicano, mientras que este fortalece su interdependencia hacia el sistema económico global, pero sus resultados no dejan de ser variopinto en tanto libran una batalla bastante desigual y asimétrica con las corporaciones agroalimentarias como Maseca, Minsa, ADM, Cargill, Dupont, Syngenta, DKalb y otras afines que cuentan con un enorme soporte financiero (Ayala Ortíz & De la Tejera, 2007) y con políticas gubernamentales que les vienen favoreciendo (Pichardo, 2006).
De esta forma, la REDCCAM ha supuesto que mediante la apropiación del saber experto y del conocimiento técnico-productivo y financiero-comercial podrán lograr mejoras en las condiciones de producción, cosecha y venta de los excedentes de sus socios campesinos. Sin embargo, como menciona el equipo de la ARIC y de las organizaciones de base que son sus asociadas, el grado de apropiación de la tecnología agrícola ecológica y organizacional por parte de los agricultores es incipiente, lenta y azarosa. Esta situación no necesariamente es ineficiencia en los programas de difusión tecnológica de las organizaciones y sus equipos técnicos, sino que posiblemente se explica porque la praxis campesina, la interpretación de la realidad de estos campesinos y su acción consecuente ha colocado a la agricultura agroindustrial como una fuente de ingresos adicionales –e incluso marginales- a aquellos otros que se generan por otros medios.
En una circunstancia en la que los costos de los insumos se elevan y los precios de compra de las cosechas disminuyen, y al constatar cambios en el comportamiento climático y el incremento en la presencia de organismos adversos a sus cultivos, la diversificación de estrategias económicas es una alternativa plausible. En sintonía con lo anterior, los esfuerzos de las organizaciones campesinas para procurar incrementos en la rentabilidad de los monocultivos son vistos con ojos buenos por parte de estos grupos de campiranos, pero también como una estrategia insuficiente; en consecuencia emigran, se emplean y aprenden otros oficios mientras que mantienen su vínculo con la tierra.
El enfoque de la sustentabilidad social, económica y ecológica, es analizado por los agricultores en el surco, en el rendimiento de sus tierras, en los pesos que les dan por la cosecha y en su probabilidad para seguir reproduciéndose. Dicho de otra forma, estos grupos de agrestes -sujetos del campo- han sabido aprender otros oficios para mantenerse campesinos, han sabido irse a las ciudades para permanecer en el campo, han decidido migrar y hacerse ciudadanos gringos para conservar sus raíces mexicanas, michoacanas y, en no pocos casos, purépechas. Es entonces cuando se aprecia una bifurcación en las estrategias tecnológicas de las empresas rurales en las que ‘están anotados’, como dicen ellos, y las moderadas aspiraciones que mantienen hacia tales organizaciones. Sin demeritar el enorme esfuerzo de las llamadas ‘empresas comercializadoras de granos del sector social’ y de sus equipos técnicos por apropiarse de los saberes especializados de las esferas financieras, comerciales y agronómico-productivas, el caso de la REDCCAM permite vislumbrar cómo estos sus socios, campesinos analfabetos, han sabido leer que por la vía de la especialización en los monocultivos y la agricultura industrial terminarán por ser otra cosa que no campesinos.
Como ha sido sugerido por algunos promotores rurales, si el análisis agroecológico se complementa del análisis de la sociología rural, será posible dar cuenta de cómo este sujeto social denominado campesino está empeñado en reproducirse y ha sido capaz de cambiar para permanecer y que, mientras que conserva una lógica de diversificación agroproductiva, también ha desarrollado una diversificación de fuentes de ingreso para sobrevivir. El mero enfoque agroecológico podría concluir que a estos campiranos no les interesa la ecología y el mero análisis sociológico podría sugerir que posiblemente asistimos a una suerte de descampesinización (Pérez, 2001) o a una ruralidad profundamente otra (De Grammont, 2004) y que, en definitiva, el desarrollismo que analiza Quijano (2000) ha permeado tanto en el agro michoacano que poco o nada hay que hacer más que contemplar la extinción de una Clase que se ve asediada por el Imperio agroalimentario (Ploeg, 2010) y que resiste como puede la embestida neoextractiva del capital (Martínez-Alier, 2011). Nada más lejano de la realidad.

Reflexiones finales
La praxis campesina que es posible de ser apreciada en esta región rural de Michoacán, ofrece una perspectiva crítica hacia el discurso de la sustentabilidad que ha camuflado el capitalismo salvaje contemporáneo (Bartra, 2008).
Construir alternativas civilizatorias podría transitar por una agricultura ecológica siempre que ésta venga acompañada por transformaciones en las relaciones de poder, en los sistemas y mecanismos de intercambios mercantiles y en la valoración de la naturaleza y los componentes sistémicos que sustentan la vida en el planeta (Martínez-Alier, 2011) y entonces podríamos discutir cómo operativizar la sustentabilidad (Elizalde, 2012).
Si bien las organizaciones campesinas han sido una pieza clave para que el campesinado mexicano subsista el embate de la fase actual del modo de producción capitalista (Ayala Ortíz & De la Tejera, 2007) e incluso, como en el caso de la REDCCAM, han funcionado como catalizadoras del malestar campesino y sujetos rurales que interpelan a la clase empresarial y política burguesa, tales organizaciones podrían replantear cómo esta praxis campesina interpela sus planes organizacionales y quizás podrían, refuncionalizándose, ampliar sus acciones y servicios a sus socios.
La profundización en el modo de producción capitalista no sólo ha implicado el empobrecimiento de amplios segmentos sociales sino drásticos y acelerados cambios en el clima del planeta (IPCC, 2007), por lo que una agricultura alternativa que enfríe el planeta se hace urgente pero esto no podrá ser posible sin comprender el protagonismo y la capacidad de cambio de la clase campesina.

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