martes, 8 de abril de 2014

La modernización de los sistemas agrícolas campesinos maiceros en México =Parte III=

Parte III

Los agroecosistemas y la praxis campesina contemporánea

En la diversidad de agroecosistemas centrados en la producción de maíz en México (Toledo et al., 2001), se encarna la disputa por dos modelos arquetípicos de agricultura, la industrial y la campesina, y en virtud de ello podemos entender el conflicto como luchas de clases porque lo que está en juego es la imposición de un sistema agroalimentario capitalista que busca la apropiación de la riqueza socialmente creada (valor) y de los bienes comunes como es la Naturaleza (Naredo, 2005).

En contraste, la agricultura campesina tiene como orientación la reproducción social sin romper las redes tróficas de los ecosistemas (Altieri, 1999), la coevolución de arreglos cosmogónicos biosociodiversos (Toledo et al., 2001) y de corpus-praxis en que descansan estos sistemas agroalimentarios (Van der Ploeg, 2010). Los agroecosistemas campesinos conforman una serie de distintas materializaciones de formas bioespecíficas de sociohistoricidad en tanto que son improntas de sujetos socioecológicos que se han ido adaptado según condiciones ecológicas específicas, preferencias culinarias y particularidades climáticas, imaginarios e historia local, entre otros múltiples factores (Haenn y Wilk, 2006).

En la dinámica de dicho antagonismo en México, encontramos organizaciones campesinas que han sido capaces de vincular su propia utopía (Bloch, 2004) a los referentes de la agricultura campesina y constituir un proyecto propio de agricultura sustentable, en este entendido, podemos hablar de la emergencia de un sujeto social que, relanzado desde su interpretación utópica de su cultura mesoamericana reconstruye su historicidad de forma material a través de sus formas diversas de praxis campesina (política y bioeconómica) lo que configura sus agroecosistemas.

Y al mismo tiempo, el capitalismo agroalimentario ha colocado los alimentos procesados y a la comida rápida de franquicia como un suministro mercantil –en oposición a la alimentación tradicional como identidad culinaria (Turrent Fernández, Serratos Hernández, Espinosa Calderón y Álvarez-Buylla Roces, 2013)- que se enlaza a la lógica de productividad, eficiencia e innovación tecnológica como motor civilizatorio (Bartra, 2008), lográndose así una alineación de la producción industrial de cultivos y su consumo masivo. De esta forma, la alimentación industrializada y de marca comercial (que con los transgénicos sería ‘de patente’) se coloca en la cotidianidad e intersubjetividad de las ‘formas de vida social avanzada y productiva’ al estilo Wall Street (Rosset, 2007). Así se pretende una continuidad entre diseño genético de cultivos, producción agrícola industrializada, transformación industrial de commodities y distribución masiva de alimentos precocinados.

Coherente con lo anterior, a través de las redes de telecomunicaciones, se opera la diseminación vía el marketing del imaginario neoliberal e individualista que promueve y justifica el fast food bajo la ética de la productividad y ahorro de tiempo para trabajar más, para obtener más dinero y, eventualmente, mayor bienestar (Holt-Gimenez y Shattuck, 2011). El producto de la ecuación modernizadora anterior, es la reproducción del capital que ha sabido desarrollar un discurso inmanente de la productividad individual, su correlato práctico en un ensamblaje de la cotidianidad alineado a la lógica industrial para producir riqueza y la masificación del consumo de mercancías alimentarias que simbolizan, sintetizan y representan los valores del individuo con orientación a la producción de riqueza:

“Dentro de estos linderos, solo reinan la libertad, la igualdad, la propiedad y Bentham. La libertad, pues el comprador y el vendedor de una mercancía, v. gr. de la fuerza de trabajo, no obedecen a más ley que la de su libre voluntad. Contratan como hombres libres e iguales ante la ley. El contrato es el resultado final en que sus voluntades cobran una expresión jurídica común. La igualdad, pues compradores y vendedores sólo contratan como poseedores de mercancías, cambiando equivalente por equivalente. La propiedad, pues cada cual dispone y solamente puede disponer de lo que es suyo. Y Bentham, pues a cuantos intervienen en estos actos sólo los mueve su interés” (Marx, 2001: 128-129).

Así, nuestro marco conceptual para analizar la emergencia de movilizaciones campesinas supone la consideración del fenómeno antagónico de luchas de clases y su análisis en términos de cómo se verifica este conflicto en la apropiación y manejo de los recursos naturales visto en el agroecosistema (Astier, Masera y Galván, 2008), así como los orígenes de la subjetividad campesina que han generado su conciencia contestataria y su acción política.

En efecto, cuando el IPCC (2012) sugiere recurrir a sistemas agrícolas sustentables (Sarukhán, Carabias, Koleff y Urquiza-Haas, 2013), las organizaciones campesinas redefinen su proyecto recurriendo a un conjunto de estrategias orientadas a la sostenibilidad de sus sistemas productivos principalmente ante el fenómeno del cambio climático (Turrent, Wise y Garvey, 2012). Sin embargo, si asumimos un punto de vista materialista en el análisis de la praxis (Sánchez Vázquez, 2003) de estos sujetos sociales, hemos direccionar la atención a las formas de acción transformadora en dos ámbitos principales, a saber, hacia la naturaleza (las formas en que configuran sus agroecosistemas) y las relaciones sociales que se reflejan en las relaciones de producción (Marx, 2001).

En síntesis, nuestra formulación para el análisis de los agroecosistemas centrados en la producción de maíz (Gliessman, 2007) de tales sujetos sociales de la campesinidad en México, como los integrantes de la Campaña Nacional Sin Maíz no hay País y otros, retomamos conceptos centrales de los estudios que se han realizado desde la agroecología (Altieri, 1999), de las investigaciones rurales desde el marxismo (Bartra, 2011), y de los estudios sobre la epistemología latinoamericana desde la perspectiva de los sujetos sociales (Zemelman y Valencia, 1990). Desde aquí, buscamos explicar lo que estos sujetos de la campesinidad han entendido en relación con la sustentabilidad (Foladori, 1999) en el manejo social de sus recursos naturales, cómo han ido reformulando su proyecto colectivo como latinoamericanos (Escobar, 2010) y cuáles son los obstáculos que enfrentan de frente a los límites del crecimiento.

Más allá de la comprensión capitalista del desarrollo como crecimiento económico (Brundtland, 1987), las movilizaciones campesinas en México parecieran recurrir a un discurso sobre la importancia del maíz que, recogiendo lo mejor de las argumentaciones económicas, incorporan saberes propios y apelan al ámbito de la producción simbólica (Alvarez-Buylla Roces, 2011) que, sin duda, habrá que explorar con mayor profundidad.

Así, la sustentabilidad de la producción del maíz en México, de frente al cambio climático y en respuesta al capitalismo agroindustrial, pareciera que no sólo transita por las relaciones tróficas que de suyo se analizan desde la agroecología, y que son reveladoras pero insuficientes, sino que la historicidad campesina (Dussel, 1991) incorpora de manera sobresaliente los ámbitos de su conciencia cultural como cosmogonía latinoamericana descolonizadora (Escobar, 2010) y quizás desde ahí está generando su propia narrativa altermundista de civilización y de repolitización de la reproducción social y ecológica (Leff, 2011).

Ideas finales

Los imperativos propios de la actual fase del capitalismo neoliberal e informacional en el seno de esta fase de la modernidad (Bech, Giddens y Lash, 1994), para el caso del sistema agroalimentario contemporáneo centrado en la producción de maíz en México, consiste en una dinámica de reproducción del capital en manos de una agroindustria desterritorializante gracias a las redes tecnológicas de comunicación y que se ha arropado en el discurso tecnológico ante el cambio climático para apropiarse del sistema agroalimentario, de una vez por todas, mediante la imposición de cultivos transgénicos e insumos comerciales (Turrent Fernández, Serratos Hernández, Espinosa Calderón y Álvarez-Buylla Roces, 2013).

Al mismo tiempo, el capitalismo agroalimentario, ha impuesto los alimentos procesados y comida rápida (y en general la alimentación moderna) como un objeto mercantil que simboliza productividad, eficiencia e innovación que se alinea con la producción industrial de cultivos bajo el modelo del agronegocio, en donde el agricultor es un administrador y gerente.

En tal escenario, recurrimos a las categorías de luchas de clases, sujeto social y agroecosistema para sugerir algunas implicaciones que tiene el capitalismo y el cambio climático en el sistema agroalimentario maicero en México; particularmente para proponer un marco conceptual para el abordaje de la emergencia de movilizaciones sociales campesinas y sus proyectos utópicos en México, sus consecuencias en términos de la sostenibilidad y las ligas que han construido hacia y desde la agricultura mesoamericana tradicional.

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